Que lejos estamos de los años sesenta del siglo pasado, yo
mismo de no ser por las notas que diariamente fui apuntando en unos folios olvidados hasta el día de hoy, no me acordaría de nada. Y si eso me pasa a mí
que fui el pequeño protagonista de mi historia particular, no hay que discurrir
mucho como para saber que las dos generaciones posteriores a la mía no estén
enteradas de lo sucedido en esos años de los que voy a dar cuenta más adelante.
Ahora esas notas las tengo delante de mí, comienzo a leer esos párrafos
escritos a bolígrafo, cierro los ojos, no ha pasado ni un segundo desde que
dije que mi mente no se acordaría de nada y por arte de magia cada apunte lo voy
proyectando en mi imaginaria pantalla. La verdad es que a medida que voy
leyendo esos bocetos, mas convencido me encuentro de que deben salir a la luz e
informar cómo funcionaba la sociedad en aquellos años en el que el Régimen
comenzaba a aflojar en términos actuales la tenaza de la opresión en una
Institución de raigambre nacional.
Comenzaban a rodar los años sesenta y este joven como todos,
nos creíamos que íbamos a conseguir las mejores metas soñadas y lo mejor de todo sin apenas
esfuerzo. Las lecturas en nuestros ratos de ocio de los años anteriores se
reducían a los tebeos, comic de aventuras, novelas del oeste, hazañas bélicas.
El Quijote, los clásicos españoles y poco más lo recibíamos en el colegio. La
vida era muy sencilla, apenas sin complicaciones, juegos sencillos, el fútbol,
alguna pequeña pelea, el cine los domingos, pero sobre todo la misa, la Santa
misa todos los días del año, con la excepción de las vacaciones en el pueblo de
mis abuelos en la que los chicos tenían una pequeña bula y se solía correr por
el campo. No quiero adornar más esta introducción. Como decía un poeta “lo
bueno, si breve, dos veces bueno”.
Al grano, este joven, yo, decidí ingresar en el Cuerpo de la
Guardia Civil como un represor más del Régimen dictatorial que imperaba en
España y que en estos momentos en el año 2020 está muy vigente tras implantarse
la Ley de Memoria histórica.
Casi siempre, todo lo que se ha escrito en la historia
pertenece a grandes hombres ilustres de cualquier medio, político, social,
económico, miliar, eclesiástico etc.., todos ellos en la cúspide de su
categoría, pocas veces aparecen historias de gente sencilla, para que nos
entendamos, de peones. Ahí es dónde radica una pata de la historia con la que
se debe contar y en muy pocas ocasiones sale a la luz.
Si seguís leyendo estas líneas os enteraréis cómo funcionaba la Guardia
Civil en el escalón más bajo de la Institución, es decir; el guardia 2º en los
años sesenta del siglo pasado, esos leales soldados represores franquistas
encuadrados en el Benemérito Instituto. Han pasado los años y un sector de la
sociedad en el siglo veintiuno les sigue odiando por haber cumplido las órdenes
del bando vencedor.
Nada más, espero que después de leer estas narraciones,
llamémoslas aventuras de un guardia 2ª represor, saquéis vuestras propias conclusiones
de cómo era la vida de esos guardias civiles que se comían a la gente cruda.
Me permito decir que todo lo que vais a leer son una mezcla de realidad y fantasía, espero que nadie se identifique con los personajes, estan ahí y son el producto de unos años de transición entre la dictadura dura dura y blanda de un régimen odiado por los políticos de derechas o de izquierdas a los que no se les permitió meter mano en la tarta de todos los españoles si bien a estos últimos el odio ha encarnado en sus cuerpos despues de casi un siglo de haber perdido la guerra.
Fernando